jueves

Soneto II




Cuando un asedio de cuarenta inviernos
te surque el bello prado de trincheras,
tu atuendo, que ahora es ostentoso y nuevo,
será un guiñapo que ya no interesa.
Y cuando te pregunten dónde yace
el esplendor de tus lozanos años,
no digas que en tus ojos espectrales,
pues sonará a artificio o a descaro.
Darás más digno empleo a tu apostura
si puedes contestar: "Este hijo mío
redime mi vejez, cuadra mi suma;
mi patrimonio está en su parecido".
Llegada la vejez, su joven vida
calentará tu sangre que se enfría.

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