viernes

Soneto VII





¡Lo ves! Cuando la tierna luz renace
y asoma por oriente su penacho,
todos los ojos rinden homenaje
a la sagrada majestad del astro.
Y cuando, ya en su edad mediana, alcanza,
robusto y joven aún, la etérea cima,
no dejan de adorarlo las miradas
que siguen su dorada travesía.
Mas cuando se retira lentamente
en su cansino carro, como un viejo,
los ojos que lo honraban ya se vuelven
y dejan de seguirlo en su trayecto.
Tú que estás en el cenit del camino,
sin hijos morirás inadvertido.


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