sábado

Soneto XLVII



Mi corazón y mi ojo están en paz
y ambos a dos se cubren de favores:
si el ojo tiene antojo de mirar
o el corazón suspira por tus dones,
con tu retrato mi ojo se regala
e invita al corazón a ese banquete;
o bien el invitado es mi ojo y cata
las ansias que mi corazón le ofrece.
Y así, ya por tu estampa o por mi afecto,
aun cuando estás ausente estás conmigo,
pues vas adonde van mis pensamientos
y ellos y yo seguimos tu camino.
Luego, al dormir, tu huella en mi mirada
despierta al corazón, y al ojo agrada.

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