sábado

Soneto XX







Un rostro de mujer, pintado a mano,
te dio Natura, mi señor, mi dueña;
y es de mujer tu corazón tan manso,
sin falsas veleidades mujeriegas:
tus ojos brilla más y son más fieles,
y tiñen de dorado lo que miran;
hombre afinado, a ti te admiran huestes
de ojos viriles y almas femeninas.
Natura, que te había concebido
mujer, quedó prendada de tal forma
que me dejó, en la suma, sustraído
al aumentar tu nada en una cosa.
Pues bien, si te dotó para su goce,
tu amor es mío y de ellas, tu derroche.


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