sábado

Soneto XXVI




Señor de mi pasión, a cuyo encanto
se debe que te deba vasallaje,
recibe este recado que te mando
en muestra del deber, no por jactarme;
deber tan grande que mi pobre ingenio,
queriendo engalanarlo, lo desviste,
si bien confío en que podrás, con tiento,
cubrir sus desnudeces con tu psique.
Pues hasta que la estrella que me guía
señale que mi aspecto es favorable
y arrope mi pasión desguarecida,
no lograré que quieras respetarme.
Entonces vocearé cuánto te quiero;
en tanto, agacho el lomo y me reservo.


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