sábado

Soneto XXVII




Cansado del trajín del viaje, busco
alivio de mis huesos en la cama;
mas cuando el cuerpo ha dado ya lo suyo,
se inicia en mi cabeza otra jornada.
Vagando en pos de ti, cual peregrinos
celosos de su andar, mis pensamientos
obligan a mis párpados caídos
a hurgar la oscuridad, como los ciegos.
Mas mi alma, cuya vista conjetura
tu sombra, se la muestra a mi ceguera:
es una alhaja que a la noche espuria
y vieja la convierte en bella y nueva.
Asi, por ti, mi cuerpo por el día,
mi mente por las noches, no se alivian.


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