Sonetos de Shakespeare
miércoles
Soneto LXXXII
Tú nunca te casaste con mi Musa;
eres, por tanto, libre de fijarte
en las dedicatorias cuya hechura
bendice cada libro de otros vates.
Tan grandes son tu encanto y tu saber
que su valor excede mis lisonjas;
si el tiempo te mejora, busca quien
sepa estampar mejor esas mejoras.
Haz eso, amor; pero cuando combinen
con trazos afectados sus ornatos
verás que quien de veras te describe
es sencillo y veraz: tu amigo honrado.
Las burdas pinceladas tienen uso
en rostros macilentos, no en el tuyo.
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