Sonetos de Shakespeare
miércoles
Soneto LXXXVI
¿Fue que su verso henchido a toda vela,
sediento del botín de tu persona,
hizo que naufragaran mis ideas
y allí donde nacieron, hoy reposan?
¿O acaso su estro insigne, que fraguaron
maestros espectrales, me fulmina?
No, ni él ni sus noctámbulos aliados
harían enmudecer a mi poesía.
No, ni él ni ese fantasma complaciente
que le estiba el ingenio por las noches
tiene razón para enorgullecerse:
son de muy otro signo mis temores.
Fue al ver cómo llenabas sus estrofas
cuando las mías se volvieron flojas.
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