Sonetos de Shakespeare

miércoles

Soneto LXXXVII



¡Adiós! Tú sabes bien que lo que vales
es más de lo que puedo permitirme;
tu cédula te otorga libertades:
según nuestros contratos eres libre.
Pues ¿cómo conservarte sin tu venia?
¿Acaso me merezco tu riqueza?
Sin más aval que el ansia que me alienta,
entiendo que caduque mi licencia.
Tú te entregaste sin haber tasado
ni tu valor ni el mío, que es escaso;
tu don, tras el error, es aún más caro
y vuelve a ti, que puedes sopesarlo.
Te tuve así como se tiene un sueño:
te sueñas rey y te despiertas yermo.

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lunilla a las 02:47
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Quillota, Valparaiso, Chile
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