viernes

Soneto XCVII



¡Qué invierno fue no estar junto a tu lado,
placer fugaz del año fulminante!
¡Qué fríos padecí, qué días magros!
¡Diciembre y su escasez en todas partes!
Todo ello fue en verano, y a las puertas
del pingüe otoño, que en su vientre orondo
portaba ya la mies de primavera
como una viuda encinta sin su esposo.
Quimeras, orfandad, frutos perdidos
es cuanto yo veía en la abundancia,
pues tienes al verano a tu servicio
y si no estás, los pájaros no cantan
o trinan, al cantar, tan tristemente
que, trémulas, las hojas palidecen.

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