viernes

Soneto LXXIX

Cuando era sólo yo quien te invocaba,
tu gracia era exclusiva de mi verso;
ahora que mis líneas pierden gracia,
mi musa ha dado paso a otro más diestro.
No dudo, amor, que tu argumento vale
que una pluma mejor haga el trabajo;
mas toda la invención con que tu vate
te retribuye ya te la ha robado,
así como robó de tu conducta
la idea de virtud con que te colma
o de tu dulce rostro, la hermosura:
ya estaba en ti todo lo que él te otorga.
Así, pues, no agradezcas sus lindezas
ya que has de pagar tú lo que él te adeuda.


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