miércoles

Soneto LXXXI

O vivo para hacerme el epitafio
o vives tú y se pudrirá mi carne.
Si mueres, tu recuerdo estará a salvo;
de mí habrán olvidado cada parte.
Tendrá tu nombre vida para siempre
y a mí no habrá en el mundo quien me llore;
la tierra me reserva un hoyo inerte:
tú yaces en los ojos de los hombres.
Mi verso fiel será tu monumento,
lectura de los ojos que aún no existen;
y cuando estén, los que hoy suspiran, muertos
no faltarán las lenguas que te imiten.
Tú vivirás -mi pluma es garantía-
en tanto haya una boca que respira.


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